Todo lo que le debemos a la siesta de Patricia Highsmith. BERNA GONZÁLEZ HARBOUR

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Cuenta Patricia Highsmith que una de las herramientas que más le ayudó a escribir fue la siesta. En sus primeros tiempos, cuando aún desempeñaba otros trabajos para sobrevivir, dormía al llegar a casa por la tarde y se bañaba al despertar para simular que empezaba un nuevo día, el de verdad, aquel en el que podía hacer lo que soñaba: poner una palabra tras otra para construir historias. Multiplicar cada día por dos fue el sombrero de su magia, del que iba a salir no un conejo, sino el puñado de las mejores novelas de suspense que siguen latiendo con brío décadas después.

“Un sueñecito ahorra tiempo en lugar de malgastarlo”, cuenta como si tal cosa. “Me duermo con el problema y me despierto con la respuesta”.

La divina siesta de Patricia Highsmith no es solo una de las sencillas confesiones que nos regala el libro del que aquí vamos a hablar. Es el retrato de que la literatura más sofisticada no está en la sofisticación, en la mirada perdida en busca de musas inexistentes ni en la ensoñación profunda, sino que se puede esconder en los ronquidos. Y es muestra del vigor de un libro cargado de lecciones de oficio, de humildad, de cotidianidad y también de fracaso. Si yo lo he conocido, nos viene a decir, no tenéis nada que temer. “Esto es lo que hace que la profesión de escritor sea animada y apasionante: la constante posibilidad de fracasar”.

Highsmith buscaba inspiración o desconexión en los episodios y personajes más mundanos, en momentos absurdos como el lavado del coche y nunca en conversaciones con otros escritores, de los que huía como de los celos. De éstos dice: “Aunque son poderosos no me sirven de nada y a lo más que se parecen es al cáncer, que va devorando sin dar nada”.
Hablemos del libro.

Sus… pense. Cómo se escribe una novela de misterio es al reino de la literatura lo que los mandamientos al reino de Dios. Algo así como si a Moisés la zarza le hubiera seguido hablando: ven, vuelve, no te olvides de las otras tablas de la ley. Las disfrutaréis.
Publicado por Highsmith en 1983, Círculo de Tiza lo recupera ahora en España con aroma a gran reserva. Corto pero de largo aliento, sagaz como sus novelas, práctico como su autora, inteligente y honesto, el libro solo tiene peligro para las escuelas de literatura creativa, que podrían caer fulminadas si los aprendices se dieran cuenta de que en esas 159 páginas está la verdadera lección, y no en las aulas. Es un decir.

La dama del suspense desgrana lecciones como quien explica una receta para la lasaña: tantos gramos de ambiente por aquí, un poco de sal por allá, carga de personajes, la capa de pasta, olor a alcanfor, la bechamel en su punto, el ritmo, el principio, el final y la inyección de matices para hacer de un protagonista un suicida convincente. Y al horno.
Pero hay una que centra y eleva el debate a ese lugar donde cada autor puede tiritar antes de posicionarse: cuánto hay de calculado y frío en una obra y cuánto de emocional; cuánto de cabeza y cuánto de corazón; cuánto de ajeno y cuánto de desnudez.

“Las buenas narraciones se hacen solo con las emociones del escritor”, resuelve Highsmith. “Aunque un libro de suspense esté totalmente calculado, habrá escenas, descripciones —un perro atropellado, la sensación de que alguien te sigue por una calle oscura— que probablemente el escritor habrá experimentado en persona. El libro es siempre mejor si contiene experiencias como estas, de primera mano, realmente sentidas”.

Todos construimos un caparazón para protegernos de los golpes emocionales y lo vestimos de decoro, corrección, juicio moral, ceguera o indiferencia adquirida, nos cuenta. ¿Cómo si no ser un granjero entero si coges cariño al animal que debes sacrificar? ¿Cómo ser psicólogo si te pueden contagiar la depresión? ¿O un geriatra efectivo entre ancianos que avanzan hacia la muerte? Para ser escritor se necesita, sin embargo, un grosor bastante más ligero en el caparazón: fino como para captar, sentir, comprender y trasladar las emociones, y sin morir en el intento. “Los escritores tienen un caparazón protector muy pequeño y durante toda la vida tratan de desprenderse de él, ya que los diversos golpes e impresiones que recibirán son el material que necesitan para crear. Esta receptividad es el ideal del artista”. Se llama empatía.

Cuando Highsmith creó a Tom Ripley trabajó durante días estérilmente hasta tirar a la basura las primeras versiones. Estaba acomodada en una casa de campo, feliz y relajada, y se dio cuenta de que la placidez de su estado de ánimo se había contagiado a su escritura “flácida”. Y eso no casaba con un Ripley tormentoso y brutal. Así que lo destruyó y decidió volver a empezar sentada al borde de la silla, incómoda, en tensión, como se lo imaginaba a él. Así pudo asesinar a Greenleaf y a todos los demás.
“No hay nada de espectacular en el argumento de A pleno sol, pero se hizo popular por su prosa frenética y la insolencia y audacia del propio Ripley. Me imaginé a mí misma en su piel. Ningún libro me ha resultado tan fácil y a menudo sentí que Ripley lo estaba escribiendo y que lo único que hacía yo era pasarlo a máquina”.

En otra ocasión, hojear un simple libro de recetas y descubrir las instrucciones para matar a una tortuga de forma que resultara más sabrosa bastó para poner en marcha su imaginación. Le añadió un niño atormentado y una madre y creó La tortuga de agua dulce, un relato que obtuvo el Premio Mystery Writers of America.

Un verdadero escritor se distingue del falso porque seguiría escribiendo en una isla desierta aunque no hubiera lectores. Y eso es así porque, en palabras de Highsmith: “Escribir es una forma de organizar la vida. Y la necesidad de hacerlo sigue presente aunque no se tenga público”.

Sus…pense. Cómo se escribe una novela de misterio. Patricia Highsmith. Círculo de Tiza. Madrid, 2015. 175 páginas. 22 euros.

Literatura en 13 mandamientos

Esta es una lista arbitraria de mandamientos de Highsmith. A diferencia de los del Reino de Dios, cada lector podrá hacer la suya. Y no es literal.
1. Un secreto para el éxito. No hay fórmulas mágicas ni secretos, salvo la individualidad y la personalidad. Solo al individuo le corresponde expresar lo que le diferencia de los demás. Es “la apertura de espíritu”, pero no es nada místico. Es una especie de libertad, de libertad organizada.
2. Objetivo: la diversión. La primera persona a la que deberías complacer es a ti mismo. Si eres capaz de divertirte escribiéndolo, divertirás a los editores y a los lectores.
3. Planificación, la justa. Un argumento nunca debe ser rígido ni estar terminado. Tengo que pensar en mi propio entretenimiento y a mí me gustan las sorpresas. Si sé todo lo que va a pasar, escribirlo no será tan divertido. Es más importante que los personajes se muevan y tomen decisiones como personas de carne y hueso, que se les dé la oportunidad de deliberar, de elegir, de volverse atrás, de tomar otras decisiones, como en la vida real. Los argumentos rígidos, aunque perfectos, pueden hacer que los personajes parezcan autómatas.
4. Así empieza todo. Los gérmenes de una idea pueden ser pequeños o grandes, sencillos o complejos, fragmentarios o completos, quietos o móviles. Yo los reconozco gracias a cierta excitación que siento enseguida, la misma que produce una sola línea de un poema. El mundo está lleno de ideas germinales y si no las tienes es por fatiga física o mental. Entonces hay que viajar, pasear, el cerebro exige vacaciones. A veces nos rodean personas que no nos convienen.
5. Claves para una buena atmósfera. Se consigue poniendo en marcha los cinco sentidos.
6. El diálogo, con moderación. Tres líneas de prosa son suficientes para transmitir lo esencial de una conversación. El diálogo es dramático y debe usarse con moderación.
7. Sin trucos. Los trucos proporcionan un entretenimiento endeble y no divertirán al lector inteligente. Son ideas ingeniosas que no tienen nada que ver con la literatura.
8. No hablar con escritores. No se me ocurre nada peor o más peligroso que comentar mi trabajo con otro escritor. Los escritores nadan unos junto a otros en la misma profundidad, dispuestos a hincar los dientes en el mismo plancton que flota a la deriva. Me llevo mucho mejor con los pintores.
9. Cuidado con el amor. Las personas que nos atraen o de las que estamos enamorados son como una especie de caucho que nos aísla de la chispa de la inspiración.
10. El lugar de las dificultades. Están en la mente del escritor, no en el papel.
11. El dinero. El escritor hará bien en tener otro trabajo.
12. Sin juicios morales. Las personas creativas no hacen juicios morales. Hay tiempo para ello después, en lo que crearán, pero el arte no tiene nada que ver con la moral, los convencionalismos ni los sermones.
13. El arte de escribir. Lo que hace difícil escribir sobre el arte de escribir es la imposibilidad de establecer reglas.
Es decir, y después de todo esto: que nadie se haga ilusiones.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/24/babelia/1424779855_020501.html

Que nunca se jubile Harry Bosch. Por: Guillermo Altares

Michael Connelly en Barcelona. © Carles Ribas

Michael Connelly en Barcelona. © Carles Ribas


Cuando Arthur Conan Doyle tuvo la desdichada idea de matar a Sherlock Holmes, se enfrentó a un motín de sus lectores. La reacción fue tan virulenta que el novelista escocés se vio obligado a resucitar a su personaje, primero con historias que transcurrían antes de su muerte y luego siguió escribiendo como si tan infausto hecho no hubiese ocurrido nunca. Sherlock, sencillamente, volvió. Algo parecido le puede pasar a Michael Connelly (Filadelfia, 1956) que en su última novela, The burning room, editada en diciembre en Estados Unidos y prevista para abril en España en RBA, amenaza reiteradamente con jubilar a su personaje estrella, el detective Harry Bosch. El problema es que, en el caso de que se produzca la muy anunciada jubilación, sus lectores no nos vamos a conformar con un retorno al pasado porque ahora mismo el detective se está enfrentando a sus mejores casos.
Además, acaba de llegar por fin a la televisión: el 13 de febrero Amazon estrenará en Reino Unido, Estados Unidos y Alemania, a través de su servicio de vídeo, una serie de diez episodios basada en los casos del detective. Se trata de la primera serie larga producida por el gigante de las compras en Internet, que acaba de firmar con Woody Allen también para trabajar para televisión. Titus Welliger interpreta al policía.

Desde El eco negro, este detective de la policía de Los Ángeles ha protagonizado 19 novelas a través de las que se puede trazar un retrato de la historia contemporánea de Estados Unidos, además de un perfil preciso e inagotable de la inmensa ciudad de Los Ángeles, casi más un país que una urbe, que se alza como un personaje más de la serie. Desde que estuvo en la guerra de Vietnam, donde combatió contra el Vietcong en los túneles luchando con un enemigo real y dos invisibles (la claustrofobia y el miedo), la realidad siempre ha formado parte de la vida de Bosh. Por ejemplo, con el 11 de septiembre de 2001 cambia todo en la policía porque cambian por completo sus prioridades de investigación. O las revueltas que incendiaron Los Ángeles en los años noventa que regresan como una pesadilla en su anterior novela, La caja negra. “Siempre he pensado en LA como la versión moderna de El jardín de las delicias”, asegura Connelly en una entrevista publicada en el último número de Vanity Fair para explicar la simbiosis entre el personaje y la ciudad. “Es una ciudad físicamente hermosa, desde el mar hasta la montaña o el desierto. Todo está ahí, pero todo está jodido. Es una ciudad en la que siempre parece que vas a ganar pero luego fallas”.
Bosch –el nombre del personaje hace referencia al pintor Hieronymous Bosch, conocido como El Bosco, autor de uno de los cuadros más famosos del Museo del Prado, El jardín de las delicias– las ha pasado canutas en estos años: ha perdido varios compañeros en acto de servicio, le han disparado multitud de veces y ha estado a punto de morir demasiadas. Pero, sobre todo, nunca ha dudado en enfrentarse a un jefe que cree que está tomando una decisión incorrecta, en saltarse la burocracia que muchas veces entierra el trabajo policial y que Connelly describe con tanto talento. Nunca se ha rendido y su olfato de policía nunca le ha fallado. Sin embargo, se ha ganado un descanso.
En The burning room el merecido retiro de Bosch está muy cerca y es algo que está constantemente en su cabeza. Esta vez le toca como compañera de investigación una policía joven y con mucho talento, Lucia Soto, una agente valiente que saltó a la fama en el cuerpo por un tiroteo. Bosch se entiende muy bien con Soto y tiene la sensación de que está pasando el testigo de tantos años de investigación a alguien. Su retiro cobra así más sentido que nunca. Desde que regresó a la policía de Los Ángeles después de un alejamiento forzoso durante el que trabajó como investigador privado (y aprovechó para sumergirse en las tinieblas de su pasado, el asesinato de su madre cuando era un niño), está destinado en el departamento de casos sin resolver. En The burning room regresa a un tiroteo en el que fue asesinado un mariachi en el este de Los Ángeles. Connelly, como siempre, hace una minuciosa descripción de la ciudad, en este caso marcada más que nunca por la creciente presencia hispana. Y, como siempre, nada es lo que parece según avanzan en el caso. El narrador estadounidense consigue bordar de nuevo una novela, llena de cargas de profundidad, contada con oficio, plagada de recovecos. Una lectura más que recomendable.
http://blogs.elpais.com/elemental/2015/02/que-nunca-se-jubile-harry-bosch.html

BCNegra 2015. Epílogo

Fin de fiesta en Negra y Criminal | Foto | RUBÉN LÓPEZ

Fin de fiesta en Negra y Criminal | Foto | RUBÉN LÓPEZ


NOTA DEL COORDINADOR: El gran Alexis Ravelo se despide de una gran BCNegra. Ha sido un lujo contar con él y disfrutar de nuestro mundo con amigos y fans. Ya saben que pueden leer todas las entregas aquí y la información sobre la fiesta de lo criminal en la sección de Cultura de EL PAÍS. Lean y disfruten.
POR ALEXIS RAVELO
Es sábado por la tarde, jefe. Ya ha bajado el telón y la tropa negrocriminal vuelve a disolverse. Algunos están ya a bordo de trenes, aviones o autos, camino de sus casas. Otros, los menos, salpican la geografía laberíntica de Barceloneta compartiendo sobremesa tras los últimos arroces, los últimos pescados, con amigos a quienes acaso vuelvan a ver en Valencia, Collbató, Arona, Santa Cruz, Cuenca, Gijón o Getafe, donde compartirán las mismas comidas y similares sueños.

Yo he optado por retirarme a casa de Gregori Dolz —editor de Alrevés Editorial— y Ángels Salvatella, quienes me han acogido estos días con una amabilidad y un calor de esos que ya no se estilan y dejar caer la tarde reflexionando sobre todo lo que he vivido en estos días. Lo que viví esta misma mañana en la que la gente se arremolinaba en Negra y Criminal para cazar la firma de Lorenzo Silva, Rosa Ribas, Andreu Martín, Jaume Ribera, Víctor del Árbol, Félix G. Modroño, Eugenio Fuentes, Juan Sasturáin, William C. Gordon, Jordi Sierra i Fabra, Susana Hernández, Juan Ramón Biedma, Tatiana Goransky y tantos, tantos otros.
Jefe, usted debería intentar entender lo que es este milagro anual que mezcla en torno a los actos o, simplemente, alrededor de un vino y unos mejillones a autores, editores, críticos y lectores. Ah, los lectores: esos seres en cuya existencia creen los autores como se cree en la existencia del Espíritu Santo, pero que no tienen rostro hasta el momento en que se les plantan delante y les cuentan que vienen desde muy lejos para saludarlos. Entonces, según me cuentan varios escritores que he conocido en estos días, es cuando todo tiene sentido; cuando las horas de trabajo, de redacción y, sobre todo, corrección, están justificadas; cuando aquello que han escrito se convierte realmente en verdadera literatura.
Afuera, en el patio, la tarde ya se va volviendo de un color gris tirando a negro, y acaso sea el momento de encender la lámpara, arrellanarnos en nuestro sillón favorito con los cigarrillos al alcance de la mano —mejor si es de terciopelo verde, aunque en ese caso conviene no situarlo de espaldas a la puerta— y leer cualquiera de los muchos libros con los que uno se ha hecho en estos días de amena reflexión y de conocimiento de otras realidades y literaturas.
Quiero que sepa, jefe, que aunque no me avergüenzo de haberle servido, tampoco lo hago de haberme pasado al enemigo. De hecho, mañana, cuando tome un avión para regresar a mi isla, lo haré contando los días que me quedan hasta que pueda volver el próximo año.
¿Qué le puedo decir sin mentirle? Ya solo dos cosas:
¡Larga vida a la novela negrocriminal! ¡Viva la BCNegra!
En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 8.
http://blogs.elpais.com/elemental/2015/02/bcnegra-2015-epilogo-alexis-ravelo.html

BCNegra 2015. Octavo informe. En los brazos del lado oscuro

Alicia Giménez Barltlett ayer con su editores y Paco Camarasa | Foto: Rubén López

Alicia Giménez Barltlett ayer con su editores y Paco Camarasa | Foto: Rubén López

NOTA DEL COORDINADOR: Esto se acerca al final y el traidor de Alexis Ravelo cumple con su amenaza y se cambia de bando. Allá él. Todavía no ha cobrado, así que ya veremos qué pasa. Ya saben que pueden leer todas las entregas aquí y la información sobre la fiesta de lo criminal en la sección de Cultura de EL PAÍS. Lean y disfruten.
POR ALEXIS RAVELO
Mi querido jefe y sin embargo amigo:
Como ya supondrá después de nuestra charla de ayer, puede considerar este informe de hoy como una carta de dimisión.
Ya sé que usted piensa que dimito porque el enemigo paga mejor —lo cual no sería difícil—, porque sus cámaras fotográficas son mejores, o porque soy un traidor ambicioso y quiero que la gente haga colas inmensas para solicitar mi autógrafo, como pasó ayer con Sue Grafton, o que me traduzcan a once idiomas, como ocurre con mi admirada Alicia Giménez Bartlett —ayer conversaron con el Comisario Camarasa cuatro de sus editores—, o para que las mujeres me adoren, como a Philip Kerr.

Pero lo cierto es que uno tiene también su corazoncito y, a ratos, algo de cabeza para pensar. Y entre la calidez de gente como Montse Clavé —que es la Librera pero también algo así como una hermana mayor, siempre pendiente de que uno esté feliz—, Anna María Villalonga —cuya sonrisa está siempre ahí, apareciendo y desapareciendo como la del Gato de Chesire— o de Maurizio Pisu —ese hombre que lo ha leído todo y que es mucho más sensible que irónico— acaba uno entendiendo que está en casa cuando está entre ellos. Y cito solo a estos tres porque usted me tiene dicho que el espacio es limitado, como limitada es la moral de un empresario del petróleo.
En fin, jefe, que lo ganan a uno por el cariño. Pero también por las meninges. Y es que, jefe, admitámoslo, con toda la mierda que nos está cayendo encima desde que las cosas andan mal —y no me refiero a la crisis, sino al sistema mismo, y al patriarcado, y al fanatismo y a la madre que parió a la opresión—, no podemos decir aquello de que leemos solo para evadirnos. No podemos seguir jugando a aquello de los géneros de evasión; tenemos que cultivar géneros de invasión, de esos que hacen al lector removerse por dentro y preguntarse dónde coño está, quién es, adónde va, de dónde viene y por qué.
Esto lo entendí bien tras hablar con Víctor del Árbol y Eugenio Fuentes, recordando algo que le dije en mi primer informe: las palabras son armas y todo libro ha de ser un trinchera o no será. Así que, le devuelvo mi placa y mi pistola de juguete, la grabadora en cassette y la cámara de usar y tirar y le ruego me incluya en su lista de sospechosos y me considere enemigo —más allá de lo personal, por supuesto, donde siempre tendrá en mí, como dice el vasco-argentino Íñigo Amonárriz remedando a José Luis López Vázquez, un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo—, para bien y para mal y para el resto de la existencia, que yo llenaré de buenas ficciones negrocriminales, de esas que dan más gozo que placer, para ver si me ayudan a entender de una buena vez de qué coño va esto, más allá de lo que nos cuentan los periódicos y los discursos oficiales.
Dentro de un rato me iré a Negra y Criminal, donde habrá firma de ejemplares y me reuniré con los míos, escritores y lectores. Y puede que mañana le envíe un último informe, pero este ya no para traicionarlos, sino para darle a usted envidia. Hasta entonces, que Dios guarde a usted muchos años y póngame a los pies de su señora.

En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 8
http://blogs.elpais.com/elemental/2015/02/bcnegra-2015-octavo-informe-alexis-ravelo.html

BCNegra 2015. Séptimo informe. De la sed de whisky y la falta de fe

Giménez Bartlett durante su discurso. | Foto: Rubén López

Giménez Bartlett durante su discurso. | Foto: Rubén López


POR ALEXIS RAVELO

No me lo puedo creer, ditoseadiós… Al final, resultó que era cierto. Casi no daba crédito a mis ojos cuando lo vi a usted, ahí, oculto entre el público, clavándome en el cogote su mirada de avispa a través de los agujeros que había hecho en su programa de mano. No se fía de mí, jefe, y eso duele, carajo, con lo bien que les he servido yo a usted y al Cuerpo durante todo este tiempo. Sí, ya sé que me dijo usted que solo pasaba por aquí, que el encuentro fue casual, que todo esto son paranoias mías… Pero yo he desarrollado un cierto olfato para el embuste y sé que lo que ocurre es que no cree que yo esté cumpliendo mi labor con eficacia, que piensa que estoy todo el día metido en el bar.
Esto, como usted supondrá, daña mi autoestima. Motivo por el cual ayer, después de nuestro encuentro, ahogué mis penas en el bar del Conservatori del Liceu. Y me jode, que conste, porque abajo, en la sala, abarrotada como siempre, estaban Christoffer Carlsson, mi adorada Anna María Villalonga y Juan Bolea —Charlotte Dink no pudo venir—, hablando sobre novela psicológica. Y después, al parecer, se armó la de San Quintín con Leandro Pérez, Santiago Roncagliolo y Juan Sasturáin, hablando de fútbol y corrupción. Sin embargo, las lágrimas de dolor a causa de su desconfianza no me permitieron, por esta vez, cumplir mi cometido. Y, las cositas claras, suya, que no mía, es la culpa. En fin, para usted hace. Por cierto, en el bar del Conservatori hay una cuenta que dejé a su nombre. Ahora ya no tengo por qué mandarle las facturas: puede satisfacerlas usted mismo, sacar los sucios billetes de esa cartera negra, como negra es el alma que tiene.
Así, con mi congoja y seis whiskis entre pecho y espalda, me fui a la plaza de San Jaume, y me colé de rondón en el Saló de Cent del Ayuntamiento, porque ayer se entregaba el Premio Pepe Carvalho. Este galardón, usted lo sabe, es uno de los platos fuertes de la BCNegra. Premia la trayectoria de veteranos y activos escritores negrocriminales. Otros años lo obtuvieron Francisco González Ledesma —alias Silver Kein—, Henning Mankell, P. D. James, Michael Connelly, Ian Rankin, Andreu Martín, Petros Márkaris, Maj Sjöwall y Andrea Camilleri. Y esta vez la distinción que otorga l’Ayuntament ha ido a parar a una gran dama del crimen: Alicia Giménez Bartlett.
Pero esta no es una dama del crimen cualquiera. Esta mujer es la madre literaria de la mismísima Petra Delicado y del propio Fermín Garzón. Ella fue la pionera, la primera y yo diría mejor de las autoras que pusieron a mujeres policías a investigar. Sí, señor: en una época en la que los personajes femeninos no eran protagónicos y se limitaban a representar a la víctima, la ayudante del investigador o la fatal mujer fatal —incluso en las novelas escritas por mujeres—, esta albaceteña adoptada por la ciudad de Barcelona tuvo los redaños de escribir Ritos de muerte, la primera novela de esta serie en la que Delicado, con su distancia crítica, disecciona la realidad española a lo largo de libros como Un barco cargado de arroz o El silencio de los claustros. El más reciente se titula Crímenes que no olvidaré, y me lo voy a llevar de aquí firmado por esta mujer que, si ya me caía bien, ayer se ganó mi corazón para siempre. ¿Por qué? Porque hizo un discurso de agradecimiento divertido, sincero y hermoso, en el que le dio tres patadas a la solemnidad, con toda la coherencia del mundo, pues, como ella misma dijo, la novela negra, sencillamente, no puede ser solemne. Más bien, todo lo contrario: será políticamente incorrecta o no será.
Y por aquello de que será: será el discurso de esta gran dama del crimen o será que ando muy dolido con usted por su poca fe en mí, pero ¿sabe qué le digo?, que no me extraña nada que Cristina Fallarás y Toni Hill se hayan pasado al bando de esta gente. Es más, sospecho que, si esto sigue así, acabaré siguiendo sus pasos. Sí, jefe, lo siento mucho, pero me está perdiendo. Usted sabrá lo que tiene que hacer para evitarlo. Pero yo, por el momento, ya he quedado con algunos sospechosos para esta misma tarde, a las cuatro, en la Sala Barts, para charlar un rato. Estarán allí Eugenio Fuentes —un conocido habitual del que nos llegan informes desde Extremadura—, Víctor del Árbol —que está esparciendo Un millón de gotas por toda Europa— y un más que sospechoso contrabandista de libros recién llegado de Bilbao, por nombre Jokin Ibáñez y con vinculaciones con varias bandas organizadas, como Novelpol o Calibre .38. Si en esta reunión hago de infiltrado o acabo pasándome al lado oscuro, dependerá de su actitud y se verá de aquí a las cuatro. Pero, lo repito, jefe: estoy muy dolido y no sé si podrá usted ya remediarlo. Hasta entonces, lo espero en el bar. Traiga su negra cartera, porque tengo sed.
En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 7.
http://blogs.elpais.com/elemental/2015/02/bcnegra-2015-septimo-informe-alexis-ravelo.html

Nuestro blog se presenta a la 9ª Edición Premios 20Blogs

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Hoy haré una excepción y no hablaré de Historia para informaros que nuestro blog se presenta a la IX edición de los «Premios 20Blogs».

Para quien no lo conozca os explicaré que es un concurso organizado por 20minutos.es, en el que participan todos aquellos blogueros que se quieren dar a conocer y optar a una serie de premios:

Premio a mejor blog:

Mejor blog 2014, elegido por los miembros del jurado de los Premios 20Blogs.

Premios por categoría presentada:

Mejor blog de cada categoría (20 diferentes y elegidos por el jurado de los Premios 20Blogs).

Blog más votado:

Mejor blog elegido por votación entre los usuarios de 20minutos.es.

Premio especial ‘Madresfera’:

Como reconocimiento a una comunidad creciente y especialmente activa que usa Internet como vehículo para encontrar respuestas a los enigmas que encierran la maternidad y la paternidad.

Nuestro blog se presenta al Premio en la categoría Cultura…

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BCNegra 2015. Sexto informe. Fronteras

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NOTA DEL COORDINADOR: Inasequible al desaliento, nuestro cronista sigue trasteando por Barcelona dispuesto a superar cuantas barreras le pongan o se ponga, que también hay de eso. La cita del principio la entenderán aquellos a quienes va dirigida, espero.
Pueden leer todas las entregas aquí y la información sobre la fiesta de lo criminal en la sección de Cultura de EL PAÍS. Lean y disfruten.
POR ALEXIS RAVELO
Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo.
Ludwig Wittegenstein: Tractatus Logico-Philosophicus, proposición 5.6.
Ya estoy mejor, jefe. Lo que no cura el alcohol, lo cura el tiempo. O el roce con los amigos. Por eso ayer —lo reconozco— me salté alguna charla para hacer un vermú casero con Rosa Ribas. Sí, jefe, me he hecho amigo de esta individua, qué se le va a hacer, que uno andará infiltrado pero el corazón es permeable y ya conoce usted aquello de que el corazón tiene razones que la razón no entiende.
Pero eso fue solo un ratito chico y después de asistir a un par de mesas interesantes. Ayer, en BCNegra se habló, sobre todo, de fronteras: de fronteras literarias y geográficas, éticas y políticas, sociales y hasta ontológicas —fíjese qué palabra más bonita y raruna—, aunque no se dijera explícitamente, porque una de las mesas sin mesa hablaba de cómo algunos autores y autoras utilizaban lo sobrenatural en sus ficciones policíacas, como es el caso de Yrsa Sigurdardottir, Mikel Santiago y Dolores Redondo, quienes apelan en sus novelas a viejas leyendas. Aprovecho para hacer un inciso y aclararle que eso que le han contado de que yo, mientras transcurría esta charla, estaba pimplando en el bar del Conservatorio es también una leyenda, si no una sucia mentira inventada por los agentes dobles para desacreditarme —por cierto, le adjunto la factura de unos cuantos whiskis que tuve que convidarle a un confidente—.
De lo fantástico y lo real se había hablado ya en la primera mesa —también sin mesa— del día, que abordaba las obras de cuatro tipos jóvenes —a saber: Alejandro Corral, Marcos Chicot, Augusto Cruz y Milo J. Krmpotić— y la moderaba Álvaro Colomer. La charla llevaba por título, precisamente, Los fronterizos, porque todos ellos, de alguna manera, se salen de los estrictas márgenes de lo negrocriminal en sus ficciones que hablan de tecnología, de ciencia, de psiquiatría, de vampiros y de fantasmas. A los otros aún tengo que abrirles ficha —sin perder tiempo, porque creo que darán que hablar—, pero al tal Krmpotić le sigo la pista desde hace tiempo. Su última canallada es una novela desasosegante que se titula El murmullo y que parece, a primera vista, la típica historia de niña secuestrada y periodista guapa que ve fantasmas. Pero el tío es más listo que el hambre y, encima, tiene estilo, así que lo que podría haber sido un entretenimiento se convierte en algo muy serio. Si los otros tres escriben igual de bien, vamos a tener que atarlos cortitos.
De fronteras se habló en la mesa sin mesa siguiente, en la que Maurizio Pisu —un individuo sardo muy conocido en los ambientes, sospechoso de cosas muy graves pero al que nunca le hemos podido probar nada—, charló con Donato Carisi, Antonio Manzini y Roberta de Falco, alias Roberta Mazzoni. Esta última habló de Trieste, esa ciudad fronteriza que cambió de país varias veces a lo largo de los siglos XIX y XX y que no por nada Joyce —aquel que recordábamos ayer— escogió como refugio. Antonio Manzini —Pista negra, que edita Salamandra Black —, ambienta sus novelas en la ciudad de Aosta, adonde su policía, Rocco Schiavone —un policía peculiar que comienza cada día fumándose un porro enorme—, se ha mudado desde el mismísimo Trastévere romano.
Economía criminal de la ciudad, la última actividad de la tarde, abordó las fronteras entre diferentes tipos de delincuencia, lo que viene a ser hablar de fronteras sociales, lo que a su vez viene a tener el correlato de las fronteras urbanas. Y, si no, que se lo digan al moderador, Javier Alegría, director del diario El Raval. En esta mesa intervinieron la antropóloga Dolores Juliano, Carlos Quílez —viejo conocido suyo y mío que ahora anda difamando a los honrados empresarios y respetables políticos con su Manos sucias—, Itziar González y Antoni Rodríguez, jefe del Área de Crimen Organizado de los Mossos d’Esquadra. Y yo, como estaba allí el señor Rodríguez, persona de orden, y además empecé a no entender ni papa —a causa del alcohol, del cansancio y de esas otras fronteras, las del lenguaje— decidí que podía marcharme de allí sin que nadie pudiese echarme en cara no haber cumplido con mi deber.
Hoy la cosa comienza pronto, jefe, en el Auditorio de Blanquerna —c/ de Valldonzella, 12— con una charla sobre cómic que va a tener lugar a las 12:30, así que le envío este informe y salgo corriendo a comprar otra cámara de usar y tirar, que ya gasté otro carrete. Para que luego diga que no curro.
En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 6.
Post scriptum: En un fugaz encuentro, Toni Hill me contó ayer que lo ha visto a usted por aquí, que ha cruzado la marca del Meridiano y se ha personado en Barcelona porque al parecer no se fía de que yo me esté comportando con la seriedad debida. No he querido creer este infundio, destinado, muy seguramente, a desacreditarle a usted y trastornarme a mí.

http://blogs.elpais.com/elemental/2015/02/bcnegra-2015-sexto-informe-fronteras.html

BCNegra 2015. Quinto Informe. Las churras y las merinas

Se ponga sentimental o no, nuestro cronista no se pierde una | Foto: THALÍA RODRÍGUEZ

Se ponga sentimental o no, nuestro cronista no se pierde una | Foto: THALÍA RODRÍGUEZ


NOTA DEL COORDINADOR: Alexis Ravelo nos entrega la mejor y más sentimental crónica de la fiesta negra. Unas líneas llenas de homenajes y buena prosa. Lean y disfruten.
POR ALEXIS RAVELO
Jefe: de nuevo encomendado a San Actrón, intento sacar algo en claro de las imágenes que me he traído desde el sueño, elaboradas con las cosas que vi y oí ayer. Por eso Philip Kerr afirma que el Lanborghini es un trasto que Dios inventó para demostrar a los futbolistas jóvenes que están ganando demasiado dinero, mientras Ernesto Mallo explica la importancia de la sífilis en la primera fundación de Buenos Aires, y los ojos de Empar Fernández y de Rosa Ribas —dos pares de ojos perfectos cada uno en su estilo, de esos que atisban con inteligencia lo que hay más allá de las líneas y los rostros— se me clavan haciéndome preguntas que jamás podré contestar con certeza.
Usted dirá que estoy mezclando churras con merinas, pero es que aquí, en BCNegra, el Comisario Camarasa ha sabido no solo mezclar churras y merinas, sino que las churras monten a las merinas y estas paran maravillosas ovejas negras que leen a Rodolfo Walsh y cantan Blues en Jam Sessions inesperadas en las que uno nunca sabe si Tatiana Goransky acabará marcándose un tango. Ella, Goransky, participó con Ernesto Mallo y Claudia Piñeiro en una mesa moderada por Matías Néspolo sobre la novela negra argentina —que es tanto, en mi opinión, como hablar sobre la novela política argentina—, provocando carcajadas y asentimientos a un público entregado y exponiendo teorías novedosas. Mallo, por ejemplo, sostiene que el crimen no es un virus externo a la sociedad, sino algo intrínseco a ella y, por tanto, inevitable, por lo cual lo que hay que hacer es educar a los asesinos para que se conviertan en estafadores, pues siempre es preferible que te estafen a que te maten.
Homenaje a los fans entregados
El público, jefe: un día tengo que dedicar unas líneas a ese público entregado que hace colas bajo el frío y la lluvia para poder ver y escuchar a sus favoritos. Por ejemplo: Philip Kerr. Yo sé que usted es fan absoluto de sus novelas sobre Bernie Gunther. Pero ahora Kerr ha dejado de contar historias ambientadas en el reino de la maldad nazi para buscar un infierno peor: el fútbol. Entre bromas y veras, dijo Kerr que sus libros tienen mucho éxito entre las mujeres —a Thalía Rodríguez no le extraña, porque, según ella, con mostrar su foto en la solapa podría captar el interés de cualquier lectora heterosexual—, pero que él quería ganar a los hombres para la lectura: le parece una función social y se proponía que, igual que Rowling volvió a atraer a los niños hacia el mundo del libro, hacer lo mismo con los hombres. Yo, jefe, qué quiere que le diga, opino que este es de los más peligrosos: a ver si ahora le va a dar a la gente honrada por leer entre Partido del Siglo y Partido del Siglo… que, se empieza por ahí y se acaba pensando.
Poca crónica más puedo hacerle de los actos oficiales. Básicamente, porque ayer, como hoy, llovía y hacía frío y uno necesitaba algo de calor. Lo encontré temprano en la tarde en la cafetería del Conservatorio del Liceu, donde pude escuchar una estupenda banda de jazz contemporáneo, a la misma vez que, en el interior del auditorio, se sucedían las mesas redondas. Pero uno andaba algo tristón pensando en eso que hace siempre el Comisario Camarasa antes de empezar los actos de cada día: mencionar a quienes nos han dejado recientemente, que son Josep Forment, Paco Porrúa, Jaume Vallcorba, Jean-Francois Vilart, Conxa Gubern, José Manuel Lara y Lauren Bacall, la flaca que nos enseñó a silbar. Y yo, que tengo mis propios muertos recientes, acabo de escuchar en la radio que ha comenzado a nevar en Barcelona y recuerdo aquel momento tan triste y bello de un cuento de Joyce que finaliza diciendo “… nieva sobre los vivos y sobre los muertos”. ¿Recuerda?

Pero el ratito melancólico duró poco y algo me sacó de esta nostalgia boba que me entra con las precipitaciones: un encuentro con Andreu Martín, el Maestro, Rosa María Puig y Juan Sasturain, el Maestro de Ultramar —otro de esos elementos peligrosos—, quienes, sin percatarse de mi condición de infiltrado —o percatándose y, sin embargo, compadeciéndome por ello— me llevaron al Milano, uno de esos perfectos locales donde uno puede tomarse un cóctel también perfecto escuchando a un no menos perfecto trío de jazz —adjunto foto y factura—. Por allí pasaron también Carmen Moreno y Toni Hill. Por más peligrosa que sea ella y más traidor a la causa que sea él, hay que reconocer que son dos individuos encantadores.
En fin, jefe, discúlpeme el acceso de melancolía chica de hoy. Pero tras la ventana comienza a llover nuevamente y uno, aunque infiltrado, tiene su corazoncito. De estas churras y merinas de las que le informé hoy, le envío las fotos que hizo Thalía Rodríguez con nueva cámara de usar y tirar que compré en un quiosco. Las hizo ella porque yo, a partir de la cuarta cerveza, no suelo estar ya para hacer fotos.
En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 5
http://blogs.elpais.com/elemental/2015/02/bcnegra-2015-quinto-informe-las-churras-y-las-merinas.html

BCNegra. 4º informe. Un delincuente literario protegido por los mossos

Beatriz de Moura y Paco Camarasa conversan sobre Henning Mankell

Beatriz de Moura y Paco Camarasa conversan sobre Henning Mankell


NOTA DEL COORDINADOR: Aunque parezca increíble tras tanto viaje al bar, a los bares, a las barras o donde sea, aquí vuelve el gran Alexis Ravelo con lo último y lo más golfo de esa fiesta llamada BCNegra. Y con fotos de Leer sin Prisa. Madre mía. Gracias.
Pueden leer todas las entregas aquí y la información sobre la fiesta de lo criminal en la sección de Cultura de EL PAÍS.
POR ALEXIS RAVELO
Realizando con eficiencia mi labor más allá del estricto cumplimiento del deber, ayer me desplacé y plantifiqué en el número 88 de Nou de la Rambla, donde está situado el Conservatori del Liceu y justamente delante de una comisaría de los Mossos d’Esquadra, quienes, más que vigilar, protegen a esta gente que escribe. ¿Se lo puede creer? Encima, algunos de ellos ocultan su verdadera personalidad de escritores negrocriminales tras su sagrado uniforme.
De hecho, escuché las charlas junto a uno de ellos, un tal Rafa Melero, que trama una cosa que se titula La penitencia del alfil. Aquí, entre nosotros: de vez en vez, me aproveché del buen rollito del individuo para dejarle la grabadora y subirme a echar un vinito —el sitio tiene bar— y hacer un pis. Pero no era el único mosso: en la primera mesa —esta vez no es ya que no fuera redonda, es que no pusieron ni mesa— participó Pere Cervantes —ya lo tenemos fichado—. Compartía escenario con David Llorente —también tiene ficha—, Albert Pijoan —de este hombre no le puedo contar mucho, porque no entendí lo que decía, aunque sonaba muy bien— y una tía doblemente peligrosa que viene de Cádiz, habla con acento madrileño y ha sido vista conspirando con el cartel de la Semana Negra de Gijón. Se llama Carmen Moreno y digo que es doblemente peligrosa, porque no solo acaba de publicar una novela negra, Una última cuestión, sino que además es editora. Ábrale ficha, jefe. Esta mesa la moderó —y muy bien, todo hay que decirlo— Nacho Cabana, el que le comenté el otro día.
Como me estaba tomando una copita, llegué justito a la siguiente mesa —“Nuevas geografías negrocriminales”—, donde la cosa se puso internacional y, además, más peligrosa aún, porque llegaron cuatro encantadores de serpientes: William C. Gordon, Zygmunt Miloszewski, Nieves Abarca y Gonzalo Garrido. Miloszewski es polaco y habló en inglés, pero esta vez no hubo problema, porque había traducción simultánea. Además, Gordon —ya le hablé de su sonrisa— habla un español dulce que condice— ¿ha visto, jefe, qué bien hablo?— con su proverbial bonhomía. Abarca y Garrido —los Bonnie & Clyde del psycho killer patrio— hablaron de algo interesante: la legitimación que siente el criminal. Aquí, Miloszewski no estuvo de acuerdo: para él es más inconsciente el delincuente común que, por ejemplo, el terrorista. Yo no sé demasiado de estas cosas, jefe, pero me quedo con lo que dijo Gordon, estadounidense él. A saber: que él vive en un país que se construyó sobre la injusticia y la violencia, y que sigue siendo violento e injusto, por lo cual él se siente movido a hablar de ello en sus novelas. Me jode reconocerlo, jefe, pero este señor me cae bien. Pero no se preocupe, que yo no me voy a pasar al lado oscuro. ¿Qué cómo resisto a la tentación? Cayendo en el alcohol. Por eso, tras esta mesa, me fui al bar. Y allí, precisamente, me encontré por fin con Toni Hill. Tal y como me temía, se nos ha pasado al enemigo. Me lo dijo él mismo en un aparte, y tan contento oiga, con una sonrisa en la boca. Dice que ahora es feliz escribiendo. ¿Qué le parece?
En fin, esto, lo de Toni Hill, ocurrió justo antes de que él subiera al escenario con otros de su calaña: Rosa Ribas —esta también es de las que sonríen, ocultando bajo su apariencia de intelectual de lo setenta a una escritora negrocriminal de raza—, Andreu Martín «el Maestro» y Jaume Ribera —padres de Flannagan y de mil cosas más que exceden este informe— y, por fin, Lorenzo Silva. De este último, qué le voy a contar: lo tenemos más que fichado y siempre anda tramando algo. No por nada es de los que llegan de viaje justo unas horas antes de la reunión y se van siempre y también de viaje, justamente después. Esas visitas de médico que hace a los conciliábulos me hacen sospechar que siempre tiene, al menos, un par de calderos al fuego.
También hubo, ayer, un homenaje a Henning Mankell, ese negrocriminal sueco que ahora anda algo pachucho. Bajo un título de resonancias cortazarianas, el Comisario Camarasa y su editora en España conversaron sobre él y recogieron los mensajes que le dedicaron los lectores que atestaban el auditorio.
Luego, nueva visita al bar. Yo sé que el vino a veces perjudica mi trabajo, pero estoy viejo para cambiar. Algo perjudicado llegué a la última mesa, “Los hipócritas”, en la que Antonio Manzanera, José Luis Caballero y Fernando Rueda hablaron con Jordi Bordas sobre esas novelas de espías que a usted le gustan tanto. No sé por qué hablaron tan mal de los tipos que se infiltran. Yo mismo, en mi modestia, ando de infiltrado y no creo que sea un tipo tan impresentable, ¿no?
En fin, jefe, que al final, después de tanta visita al bar y tanto vino, decidí que necesitaba algo más consistente y me fui al Boadas, a echarme un Manhattan a su salud —adjunto factura—. Y allí me encontré con una tal Marta Marne que tenía una cámara de las de verdad y me prestó sus fotos, porque las que yo había sacado con la cámara de usar y tirar me salieron veladas.
Como hoy la cosa empieza otra vez temprano, voy a tener que acabar ya el informe para hacer mis abluciones y tomarme una cerveza, que dicen que es buena para la resaca.
En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 4
http://blogs.elpais.com/elemental/2015/02/bcnegra-2015-cuarto-informe-ravelo.html

BCNegra 2015. Tercer informe: a la caza de Cristina Fallarás

El incauto cronista descubrió, tarde, que no se puede llegar, tarde, a un acto de BCNegra | Foto | THALÍA RODRÍGUEZ

El incauto cronista descubrió, tarde, que no se puede llegar, tarde, a un acto de BCNegra | Foto | THALÍA RODRÍGUEZ


NOTA DEL COORDINADOR: El escritor Alexis Ravelo sigue explorando la BCNegra y tratando de coordinar sus investigaciones con sus vicios. Con esto último hace lo que puede, pero se lo perdonamos si sigue escribiendo así. Pueden leer todas las entregas aquí y la información sobre la fiesta de lo criminal en la sección de Cultura de EL PAÍS.
POR ALEXIS RAVELO
Por fin apareció Cristina Fallarás, jefe, pero no le va a gustar nada lo que voy a contarle: efectivamente, se ha pasado al enemigo. O eso o ahora en vez de ser agente doble es agente triple. Me la encontré moderando una mesa rectangular de esas, que llevaba por título Barcelona, capital de la novela negrocriminal europea. Lo que ocurre es que como le tengo que mandar a usted la crónica cada mañana y uno no es precisamente de madrugar, cuando llegué a la Biblioteca Barceloneta aquello ya estaba lleno hasta la bandera y no pude acercarme a ella. Hube de conformarme con escuchar su voz hipnotizante mientras atisbaba por encima de un sinfín de cráneos sus cabellos colorados de leona —si hubiera leonas coloradas y llevaran melena, serían como Cristina— que dirigía una reunión eminentemente masculina. Ella misma bromeó con esto, porque los contertulios eran Lluís Llort, Sebastià Bennasar —a este lo tengo fichado desde hace tiempo y tiene un largo expediente no solo como autor, sino como proselitista—, Josep Camps y Rafa Melero. Vamos, que había en la mesa más machos que en una película de submarinos. Pero la Fallarás, que es mucha Fallarás, logró meterlos en cintura, aunque no sin esfuerzo. Se habló de las especificidades de las novelas negras que tienen a Barcelona como espacio o, como allí se dijo, más exactamente como un personaje más. Hay una de esas características que debe preocuparnos, jefe: el hecho de que siempre acaban metiéndose en política. Hay que ver cómo es esta gente: ellos solitos se significan, sin que uno tenga que escarbar demasiado.
El plan inicial era quedarme hasta el final para interrogar a la Fallarás, pero decidí que convenía más coger sitio en Negra y Criminal. Ya le he hablado de ese garito, jefe: es la guarida de Montse Clavé y Paco Camarasa, los jefes de todo esto. Allí, sirviendo caldo, vino y mejillones —y esta vez un ron canario que no sé de dónde carajo habrán sacado— atraen a los incautos para engancharlos en eso de la literatura de crímenes. No me equivoqué al presentarme allí temprano, porque conseguí un buen puesto y fui identificándolos y tomando buena nota. Allí estaba Andreu Martín, acompañado de un cómplice al que yo llevaba tiempo intentando poner cara: Jaume Ribera. Ya sabe usted que estos dos individuos han perpetrado la Serie Flanagan —su entrega más reciente es Los gemelos congelados—. Y ese tipo que me dijo usted que vigilara de cerca, el tal Nacho Cabana, el de La chica que llevaba la pistola en el tanga. Y entiendo bien su preocupación, jefe, porque apesta a novela negra de lejos y, aunque el tío sostenía que no estaba haciendo nada malo, yo creo que trama algo. Quizá no para este año, pero sí para el siguiente.
Uno que me preocupa bastante es José Luis Ibáñez Ridao. Lleva un tiempo tranquilo, desde También mueren en ángeles en primavera, pero se comenta en los corrillos que planea un golpe grande y por partida doble. Habrá que esperar a ver, pero no me fío de estos tipos que hablan bien y visten de manera impoluta: esos suelen ser los peores.
Aparecieron también por allá Yanet Acosta —esta tía también planea un golpe literario, lo sé, y es doblemente peligrosa, porque además es canaria, de Tenerife, para ser exactos—, José Luis Muñoz —que no había podido participar en la mesa de la biblioteca, donde se le esperaba— y algún que otro representante internacional. No solo Anne Perry, o Ernesto Mallo, sino también William C. Gordon, un individuo alto que tiene una sonrisa benévola tras la cual uno sabe que se oculta una lúcida ironía. Y, a propósito de sonrisa, volvió a hacer acto de presencia David Llorente. Antes de que todo se liara, trabé contacto con otro individuo del que había tenido noticia y que lleva —como Rafa Melero— una doble vida como agente de la ley y perpetrador de novelas negrocriminales: Pere Cervantes, que sostiene que No nos dejan ser niños.
Pero después todo se lió y ya casi no me dio tiempo de apuntar nombres, porque la guarida se puso hasta la bandera de asistentes, incluidos los participantes en la mesa con la leona Fallarás y ella misma, cuyo cabello colorado iba de aquí para allá sin que yo pudiera seguirla, claro, porque a esas alturas estaba hasta arriba de vino, mejillones y hasta ron.
El que no estaba era Toni Hill. Y, ahora que lo pienso, es importante encontrarlo, jefe. Porque si hasta la Fallarás se ha pasado al enemigo, temo que a Toni le pueda haber ocurrido lo mismo. Lo de infiltrarte entre esta gente es peligroso: usted no sabe lo seductores que pueden llegar a ser. Fíjese que yo, sin darme cuenta, mientras el Comisario Camarasa me servía el sexto ron, casi sin darme cuenta, me compré un libro de Andreu Martín y me puse a hacer cola para que me lo firmara. El libro se titula Cómo escribo novela policíaca. Lo tengo ante mí ahora mismo y sí, jefe, lo confieso, lo he comprado para ver si aprendo algo, que por algo llaman a este individuo el Maestro.
En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 3.
http://blogs.elpais.com/elemental/2015/02/bcnegra-2015-tercer-informe-ravelo-fallaras.html

BCNegra 2015. Segundo Informe

Anne Perry, ayer en BCNegra. | Foto: THALÍA RODRÍGUEZ

Anne Perry, ayer en BCNegra. | Foto: THALÍA RODRÍGUEZ


Alexis Ravelo sigue a lo suyo, que es informarnos a lo golfo de lo que ocurre en BCNegra 2015. Pueden leer la primera entrega aquí y toda la información sobre la fiesta de lo criminal en la sección de Cultura de EL PAÍS.
POR ALEXIS RAVELO
Aquí sigo, jefe, informando. Y con resaca. No la misma resaca. Otra.
Hoy le voy a escribir a toda leche, porque a toda leche me largo para La Barceloneta, para controlar unas actividades ilegales de las que le hablaré luego.
Primero voy a decirle que si llego a ser más tonto, no nazco. ¿Se puede usted creer que lo que yo imaginaba una exposición de portadas de revistas era en realidad una de cubiertas de libros? Cojonuda, por cierto. Para “Portadas de color en un tiempo gris” Joaquim Noguero ha reunido cubiertas de colecciones de novela negra de aquellas míticas, como las de Editorial Juventud o Editorial Molino. Usted es joven y no se acuerda, pero yo, que además tengo derecho a la nostalgia, me quedé medio tonto admirándolas y preguntándome qué había sido de tipos como Els González o Martínez i Gallardo, aquellos portadistas de antes que lograban salpicar las cubiertas de los libros con el semen y la sangre que inundaban aquellos títulos, evitando al mismo tiempo que la censura les mandase a nuestros compis de la Político-Social a hacerles una visita.
Pasé un ratito allí, viendo las portadas —gran profusión de Edgar Wallace y Agatha Christie—, que han acompañado con objetos alusivos y hasta una efigie de los Blues Brothers con coche y todo. Luego, hice una parada en el bar. Sí, jefe, imagino la cara que está poniendo. Pero la culpa no es mía, sino de esta gente, que hace las cosas bien hechas. Porque la Biblioteca Jaume Fuster no solo está bien hecha por fuera, sino bien gestionada por dentro. Así que tiene un bar en medio. Solo me tomé tres cubatas y dos chupitos, porque no eran aún ni las siete de la tarde y luego tenía que cumplir con su encargo de fotografiarle a doña Anne Perry sin que me temblara el pulso. Debió de ser que no había comido bien, porque al final sí que me tembló y las fotos tuvo que hacerlas Thalía Rodríguez. Pero esa es otra historia, que tampoco vamos a empezar con mis digresiones. Vamos a lo que vamos: Anne Perry. Qué señora, jefe.
La verdad es que entre los tres cubatas, los dos chupitos, que mi catalán es sordo y mi inglés es de garrafón, me costó algo entender la cosa. Pero Francisco Luis del Pino, que la había leído bien y a fondo, le sacó bien el jugo a esta dama que me cayó mejor de lo que yo pensaba. Se habló de la historia oficial y la de los seres anónimos, de mujer y sociedad, de la ley y la justicia, de la doble moral y del perdón. Y hasta se acabó hablando de la ética de la responsabilidad que la libertad individual implica o del poco derecho que Occidente tiene a imponer a otros pueblos su particular visión de la democracia. Vamos, todas esas gafapastadas que le gustan a usted y que yo, pobre infiltrado a comisión, no entiendo. Lo mío es más bien un vasito de cerveza y la rumba catalana. Aunque, lo tengo que confesar, al final me gustó la cosa. Y eso que Anne Perry no vino sola, sino que se trajo un resfriado tremendo, de esos que son un filón para los fabricantes de clínex. Pero, aun así, aguantó pacientemente el interrogatorio y hasta metió en un brete a la pobre intérprete cuando se lanzó a recitar poesía con una voz de contralto estupenda. Yo, que nunca he pasado de la cuarta estrofa de la Canción del pirata, soy de los que respetan esas cosas.
A propósito de respeto: respetable fue también la afluencia de público, que llenó el auditorio hasta la bandera después de hacer cola durante una hora en la calle. Cosa impresionante, porque no había copas gratis.
En fin, jefe, que parece que al Comisario lo del proselitismo le funciona, dato que debe apuntarse usted bien, porque por muchas pruebas que reunamos, a ver quién viene luego a por él si aquí lo apoya todo cristo.
Y ahora dos noticias: una buena y una mala. La buena es que parece que hay noticias de Fallarás. La mala es que parece que se ha pasado al enemigo. En un ratito, a las once y media, modera una mesa redonda —no sé por qué carajo las llaman así, si luego suelen ser rectangulares— con cinco elementos de cuidado —Sebastià Bennasar, Josep Camps, Lluís Llort, Rafa Melero, y José Luis Muñoz— en la Biblioteca La Fraternitat. Sí, esa que hay en Barceloneta. Y luego, por lo que me han contado, hay conciliábulo en Negra y Criminal (calle La Sal, 5), la propia guarida del Comisario y la Librera. Iré allí con mi cámara de usar y tirar —tengo que comprar ya otra, que a este carrete le quedan dos fotos— y haré las fotos que pueda para cotejar identificaciones. Si no me tiembla el pulso, claro.
En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 2.
http://blogs.elpais.com/elemental/2015/01/bcnegra-2015-segundo-informe.html

BCNegra 2015. Primer informe

Emili Bayo, ganador del premio Crims de Tinta, flanqueado por Ricardo Rodrigo, presidente del Grupo RBA (izquierda) y Xavier Trias, alcalde de Barcelona.

Emili Bayo, ganador del premio Crims de Tinta, flanqueado por Ricardo Rodrigo, presidente del Grupo RBA (izquierda) y Xavier Trias, alcalde de Barcelona.


NOTA DEL COORDINADOR: En Elemental tenemos el lujo de presentarles a nuestro cronista del lado oscuro de BCNegra 2015. Si debutamos en esto con Toni Hill y seguimos el año pasado con Cristina Fallarás, ahora llega el turno a Alexis Ravelo, de sobra conocido por todos y de ahí que no haga falta explicación cuando se dirija a este bloguero como jefe, puesto que he tenido que contratarlo y atarlo para evitar desmanes. Habrá crónicas todos los días, si su modo de vida se lo permite, claro. Aquí les dejo el primer relato. Lean y disfruten.
POR ALEXIS RAVELO
Aquí estamos, jefe, con un café cargadito, después de encomendarme a San Actrón y de beberme un buen litro de agua para mandarle el primer informe sobre lo que está pasando aquí, en Barcelona, en estos días de la BCNegra 2015 en los que sospechosos habituales de ámbito local, nacional e internacional vienen a cumplir con esta cita anual que hace de la palabra subversión y de todo libro una barricada. Es, como usted me dijo, buena oportunidad para seguir la pista a viejos conocidos y poner cara a los nuevos elementos de cuyas fechorías literarias nos van llegando noticias. Por aquello de poner cara: ayer tuve delante al mismísimo David Llorente, el de Te quiero porque me das de comer. Ya sé que parecía que el tipo no existía, pero, fíjese usted, existe, es de carne y hueso y hasta sonríe, con una sonrisa viajada de esas que muestra y ocultan, y que, al menos ayer, venía directamente desde Praga.
Pero comencemos por el principio —que ya sabe usted que mis informes son un desastre y una digresión continua y ya sé yo que me tiene dicho que me deje de digresiones, que esto no es el jodido Tristram Shandy—. Y el principio fue la entrega, anoche mismo, del Premi Crims de Tinta. Ya sabíamos: es un premio a la mejor novela negra escrita en catalán y antes lo ganaron negrocriminales confesos como Marc Pastor, Carlos Quílez, Teresa Solana, Agustí Vehí —fallecido en 2013— o Andreu Martín —por mal nombre el Maestro—. Lo que sí que no sabíamos es que este premio lo convocaba antes el Departamento de Interior de la Generalitat, pero que “motivos presupuestarios” —esto debe de querer decir que no había pasta— lo paralizaron hasta que BCNegra y RBA La Magrana se pusieron de acuerdo para convocarlo nuevamente. Y viene a cuento hablar de pasta, porque la novela ganadora por decisión unánime del jurado viene a llamarse, precisamente, Puta pasta. La firma Emili Bayo Juan, individuo de Lleida que es nuevo para nosotros de lo negrocriminal pero que no es primerizo en lo de la literatura, por lo cual tiene toda la pinta de ser un elemento al que convendría seguir la pista.
Esto, lo del Premi Crims de Tinta, ocurrió en la sede de RBA, en local atestado —allí estaba todo dios, autoridades incluidas—, con profusión de vinos, copas y canapés —de ahí lo de encomendarme a San Actrón, porque uno, a mi edad, no tiene resacas, sino convalecencias— y donde pude comenzar a infiltrarme entre los sospechosos. Efectivamente, por allí andaban los jurados: Paco Camarasa —por mal nombre el Comisario, con su cómplice Montse Clavé, alias la Librera—, Jordi Canal —bibliotecónomo—, Cristina Manresa —esta sí comisaria de verdad, y de los Mossos, para más señas—, Jordi Rourera —editor— y Carlos Zanón —sí, ese mismo, el de No llames a casa y Yo fui Johnny Thunders—, pero también los mentados David Llorente y Andreu Martín —al maestro no le voy a perder la pista, porque sospecho que a su alrededor se mueve toda la nueva hornada de negrocriminales, para ver si se le pega algo de sus mañas y por ahí los vamos fichando—, y mucha más gente peligrosa, Anna María Villalonga, Víctor del Árbol, Sebastiá Jovani, Aro Sáinz de la Maza y varios editores, agentes y blogueros, que, unidos por el tabaco y la charleta, acabaron haciendo corrillos en la terraza, a merced de ráfagas de viento helado propias de una novela de David Goodis. Ni rastro de Cristina Fallarás. Pero no se preocupe, jefe, que lo voy a seguir intentando.
Por lo pronto, esta misma tarde, a las seis, en la Biblioteca Jaume Fuster, donde se inaugura la exposición Portadas de color en una época gris, que viene a ser una muestra de portadas de publicaciones periódicas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, que daban paso a la sombría realidad del sepia de los interiores. Y, si no, más tarde, a las siete, en el mismo sitio, donde Francisco Luis del Pino va a charlar nada más y nada menos que con Anne Perry. Sé que usted sigue de cerca de sus novelas de detectives y por William Monk le juro que intentaré hacerle una foto, aunque con los medios de los que dispongo será difícil —aprovecho, por cierto, para decirle que está muy feo eso de enviar a sus agentes a infiltrarles con cámaras de usar y tirar—.
En fin, jefe, que aparte de buscar a la Fallarás, seguiré en estos días pegando la orejita, golijiniando, como decimos en mi pueblo, y haciéndole llegar en mi informe diario toda información extraoficial digna de mención. La oficial ya se la consigue usted por su cuenta, que para eso se libra usted del trabajo de campo y de tener que andar frecuentando a escritores, editores, críticos, libreros, lectores y demás gente de mal vivir.
Pero eso será mañana. Yo, por hoy, hasta la hora de inaugurar la exposición, voy a intentar llegar a un entente cordiale con mi hígado, para ver si se digna a recuperar su tamaño habitual antes comenzar a castigarlo nuevamente. Puede que intente sobornarlo con otro café, un zumo de naranja y un poco de pantumaca.
Fin del Informe.

En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 1.
http://blogs.elpais.com/elemental/2015/01/bcnegra-2015-primer-informe.html

Markaris: “Mi comisario no espera nada de la Grecia de Syriza”

El escritor griego Pétros Markaris, fotografiado por Daniel Mordzinski, en Cartagena de Indias (Colombia).

El escritor griego Pétros Markaris, fotografiado por Daniel Mordzinski, en Cartagena de Indias (Colombia).


Hay personajes que han necesitado el cine para llegar, no a la gloria literaria, donde ya campaban a sus anchas, sino al gran público. El Marlowe de Humphrey Bogart o el Ripley de Matt Damon no añadieron estrellas al firmamento de Raymond Chandler o Patricia Highsmith, que ya fulguraban con suficiente luz propia, pero sí una proyección masiva que les hizo masticables, adorables, temidos o queridos.

Hay otros personajes, sin embargo, que no necesitaron el cine. Solo una crisis.

El comisario Jaritos, el entrañable policía creado por Pétros Markaris, ha ganado ya más empatía por cómo se las arregla para llegar a fin de mes que por su forma de resolver los crímenes. El autor griego (Estambul, 1937) logró esa magia mediterránea que comparte con el Carvalho de Vázquez Montalbán o el Montalbano de Camilleri: la de saber crear un investigador cercano, humano, con la dosis suficiente de humor y de neurosis en su rutina como para convertirse en un tío adoptivo, muy lejos del tipo solitario colgado del whisky en una barra de los barrios bajos de Los Ángeles. Por eso nos puede interesar más preguntar a Jaritos que a su autor, que estos días está en el Hay Festival de Cartagena de Indias (Colombia). Para empezar.

Pregunta. ¿Qué espera Jaritos de la Grecia de Syriza?

Respuesta. Nada. Él es conservador y nunca está satisfecho con nada, siempre se está quejando de todo. Recordemos que viene de la región fronteriza con Albania, muy golpeada por la guerra y la pobreza, y la única forma que tenía de huir de allí era meterse en la academia de policía. Es lo que hizo, pero sigue siendo conservador. Él, su mujer y su hija han hecho muchos sacrificios para sobrevivir. Como los griegos. Por eso no esperan nada.

P. ¿Y Márkaris? ¿Qué espera Petros Márkaris de la Grecia de Syriza?

No soy entusiasta con el nuevo gobierno, nunca he apoyado a Syriza. No se acaba Jaritos, ni se acaba la crisis, se acaba el Jaritos de la crisis
R. No soy entusiasta con el nuevo gobierno, nunca he apoyado a Syriza. Lo primero por la confusión: es un partido confuso, cada líder te cuenta una historia y contradice a todos los demás, hay muchos grupos y tendencias distintas en él. Lo segundo, por pactar con la ultraderecha. Si eres de izquierdas no puedes pactar con la extrema derecha dejando de lado la ideología. Han demostrado que para ellos la prioridad es la política contra la troika, que une a los dos, y no todo en Grecia es economía. Cómo van a afrontar la educación con la extrema derecha, la política hacia Turquía, la inmigración.

Eso es lo que preocupa a Márkaris, de izquierdas confeso, que fuma en pipa y bebe un café negro mientras espanta el calor húmedo de Cartagena de Indias, donde es una estrella del Hay festival. Cuando empezó la crisis, el escritor griego cambió de registro y decidió meterse en harina con una trilogía que ha estirado en una cuarta, Hasta aquí hemos llegado (Tusquets, en abril en España), y que se ha ganado el corazón del lector europeo.

P. ¿Por qué se acaba?

R. No se acaba Jaritos, ni se acaba la crisis, se acaba el Jaritos de la crisis. Nunca me había involucrado emocionalmente en mis novelas, con la excepción de Muerte en Estambul, y en esta serie lo he hecho. Ha sido difícil, estoy agotado. No hay familia que no tenga graves dificultades, la mía también. Y escuchar y escribir sobre ello no es fácil, estoy exhausto. He puesto mucho de mí. Se acabó.

P. ¿Y por qué lo alargó entonces? ¿Por qué la cuarta?

R. Me di cuenta de que había abordado la banca, la evasión fiscal y la generación de los políticos que nos metieron en esto. Me faltaba la gente. La cuarta es sobre la gente común.

Gente común. Puro caviar en boca de un escritor que hizo bingo cuando quiso crear su personaje. ¿Dentista o policía? Ambas opciones encajaban en el protagonista terco que buscaba, pero el dentista no iba a generar simpatías, cuenta riendo. Le dio vueltas. Policía. Y no uno solitario, duro e irreal. No en el Mediterráneo, donde un poli es gente sencilla, quiere familia, hijos, odia estar solo. Y donde el lector quiere identificarse, no con un agente, sino con su familia entera. Para concebir a Jaritos, a su mujer y su hija miró hacia dentro, miró cerca, en busca del hombre común, y encontró a su propio padre. A su madre. A su hija. De ellos robó los trazos que han convertido a esa familia en la que todos pueden encontrarse al llegar a casa. La que ve recortarse el sueldo, perder empleos a su alrededor y estrecharse el margen de visibilidad en el futuro. La que sobrevive a ello con imaginación, con unidad y con cierto humor. La Grecia que hoy se ha despertado sin sueños.

P. ¿Qué ha pasado?

R. Los griegos siempre supieron sobrevivir en la pobreza, tienen una cultura de supervivencia en la pobreza y eso se había acabado. Los valores ya no estaban.

P. ¿Cuáles eran esos valores?

R. Ser decentes y saber ser felices con poco, se trataba de eso. Bastaba cantar rebetika, el folk de la gente común, y beberse un ouzo para ser los más felices del mundo. Sabíamos ser pobres y felices. Pero hicimos todo mal. Los griegos dejaron que dos familias nos gobernaran, se cometieron muchos errores, había dinero, se creó un sistema clientelar y eso es nuestra responsabilidad. Llegó el sueño del segundo piso. Todos querían una casa de dos pisos. Se endeudaron y cuando llegó la crisis hubo que recortar en comida y ropa para pagar la hipoteca. Con los valores perdidos. Hemos perdido cinco años porque la gente no estaba preparada.

P. ¿Han vuelto los valores?

R. Los jóvenes se han dado cuenta de que hay que luchar, empiezan a inventar sus posibilidades, a construir empresas, son excelentes en Internet, se ayudan, ayudarse es su nuevo valor. Y tienen algo en común: no creen en política. No quieren ni oír hablar de la política.

Armenio por parte de padre, miembro de la minoría griega de Estambul por parte de madre y educado en alemán, Márkaris lo tiene todo para afirmar que lo que hoy vive Grecia no es solo una crisis griega, sino europea. No es solo responsabilidad griega, sino europea. Y no se resuelve con división, sino entendiendo al diferente, buscando el consenso. Pero el optimismo ahora mismo en Grecia, dice parafraseando a Heiner Müller, es solo falta de información. ¿Y el pesismismo? Es ignorar la Biblia porque, ríe, “el universo se creó del caos”.
Hay personajes que han necesitado el cine para llegar, no a la gloria literaria, donde ya campaban a sus anchas, sino al gran público. El Marlowe de Humphrey Bogart o el Ripley de Matt Damon no añadieron estrellas al firmamento de Raymond Chandler o Patricia Highsmith, que ya fulguraban con suficiente luz propia, pero sí una proyección masiva que les hizo masticables, adorables, temidos o queridos.

Hay otros personajes, sin embargo, que no necesitaron el cine. Solo una crisis.

El comisario Jaritos, el entrañable policía creado por Pétros Markaris, ha ganado ya más empatía por cómo se las arregla para llegar a fin de mes que por su forma de resolver los crímenes. El autor griego (Estambul, 1937) logró esa magia mediterránea que comparte con el Carvalho de Vázquez Montalbán o el Montalbano de Camilleri: la de saber crear un investigador cercano, humano, con la dosis suficiente de humor y de neurosis en su rutina como para convertirse en un tío adoptivo, muy lejos del tipo solitario colgado del whisky en una barra de los barrios bajos de Los Ángeles. Por eso nos puede interesar más preguntar a Jaritos que a su autor, que estos días está en el Hay Festival de Cartagena de Indias (Colombia). Para empezar.

Pregunta. ¿Qué espera Jaritos de la Grecia de Syriza?

Respuesta. Nada. Él es conservador y nunca está satisfecho con nada, siempre se está quejando de todo. Recordemos que viene de la región fronteriza con Albania, muy golpeada por la guerra y la pobreza, y la única forma que tenía de huir de allí era meterse en la academia de policía. Es lo que hizo, pero sigue siendo conservador. Él, su mujer y su hija han hecho muchos sacrificios para sobrevivir. Como los griegos. Por eso no esperan nada.

P. ¿Y Márkaris? ¿Qué espera Petros Márkaris de la Grecia de Syriza?

No soy entusiasta con el nuevo gobierno, nunca he apoyado a Syriza. No se acaba Jaritos, ni se acaba la crisis, se acaba el Jaritos de la crisis
R. No soy entusiasta con el nuevo gobierno, nunca he apoyado a Syriza. Lo primero por la confusión: es un partido confuso, cada líder te cuenta una historia y contradice a todos los demás, hay muchos grupos y tendencias distintas en él. Lo segundo, por pactar con la ultraderecha. Si eres de izquierdas no puedes pactar con la extrema derecha dejando de lado la ideología. Han demostrado que para ellos la prioridad es la política contra la troika, que une a los dos, y no todo en Grecia es economía. Cómo van a afrontar la educación con la extrema derecha, la política hacia Turquía, la inmigración.

Eso es lo que preocupa a Márkaris, de izquierdas confeso, que fuma en pipa y bebe un café negro mientras espanta el calor húmedo de Cartagena de Indias, donde es una estrella del Hay festival. Cuando empezó la crisis, el escritor griego cambió de registro y decidió meterse en harina con una trilogía que ha estirado en una cuarta, Hasta aquí hemos llegado (Tusquets, en abril en España), y que se ha ganado el corazón del lector europeo.

P. ¿Por qué se acaba?

R. No se acaba Jaritos, ni se acaba la crisis, se acaba el Jaritos de la crisis. Nunca me había involucrado emocionalmente en mis novelas, con la excepción de Muerte en Estambul, y en esta serie lo he hecho. Ha sido difícil, estoy agotado. No hay familia que no tenga graves dificultades, la mía también. Y escuchar y escribir sobre ello no es fácil, estoy exhausto. He puesto mucho de mí. Se acabó.

P. ¿Y por qué lo alargó entonces? ¿Por qué la cuarta?

R. Me di cuenta de que había abordado la banca, la evasión fiscal y la generación de los políticos que nos metieron en esto. Me faltaba la gente. La cuarta es sobre la gente común.

Gente común. Puro caviar en boca de un escritor que hizo bingo cuando quiso crear su personaje. ¿Dentista o policía? Ambas opciones encajaban en el protagonista terco que buscaba, pero el dentista no iba a generar simpatías, cuenta riendo. Le dio vueltas. Policía. Y no uno solitario, duro e irreal. No en el Mediterráneo, donde un poli es gente sencilla, quiere familia, hijos, odia estar solo. Y donde el lector quiere identificarse, no con un agente, sino con su familia entera. Para concebir a Jaritos, a su mujer y su hija miró hacia dentro, miró cerca, en busca del hombre común, y encontró a su propio padre. A su madre. A su hija. De ellos robó los trazos que han convertido a esa familia en la que todos pueden encontrarse al llegar a casa. La que ve recortarse el sueldo, perder empleos a su alrededor y estrecharse el margen de visibilidad en el futuro. La que sobrevive a ello con imaginación, con unidad y con cierto humor. La Grecia que hoy se ha despertado sin sueños.

P. ¿Qué ha pasado?

R. Los griegos siempre supieron sobrevivir en la pobreza, tienen una cultura de supervivencia en la pobreza y eso se había acabado. Los valores ya no estaban.

P. ¿Cuáles eran esos valores?

R. Ser decentes y saber ser felices con poco, se trataba de eso. Bastaba cantar rebetika, el folk de la gente común, y beberse un ouzo para ser los más felices del mundo. Sabíamos ser pobres y felices. Pero hicimos todo mal. Los griegos dejaron que dos familias nos gobernaran, se cometieron muchos errores, había dinero, se creó un sistema clientelar y eso es nuestra responsabilidad. Llegó el sueño del segundo piso. Todos querían una casa de dos pisos. Se endeudaron y cuando llegó la crisis hubo que recortar en comida y ropa para pagar la hipoteca. Con los valores perdidos. Hemos perdido cinco años porque la gente no estaba preparada.

P. ¿Han vuelto los valores?

R. Los jóvenes se han dado cuenta de que hay que luchar, empiezan a inventar sus posibilidades, a construir empresas, son excelentes en Internet, se ayudan, ayudarse es su nuevo valor. Y tienen algo en común: no creen en política. No quieren ni oír hablar de la política.

Armenio por parte de padre, miembro de la minoría griega de Estambul por parte de madre y educado en alemán, Márkaris lo tiene todo para afirmar que lo que hoy vive Grecia no es solo una crisis griega, sino europea. No es solo responsabilidad griega, sino europea. Y no se resuelve con división, sino entendiendo al diferente, buscando el consenso. Pero el optimismo ahora mismo en Grecia, dice parafraseando a Heiner Müller, es solo falta de información. ¿Y el pesismismo? Es ignorar la Biblia porque, ríe, “el universo se creó del caos»

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/31/actualidad/1422713993_883338.html